lunes, 16 de junio de 2008

16 de Junio

A lo largo y ancho de todo el país, con cacerolas y banderas argentinas una multitud salió a protestar en defensa de la democracia, recordando el brutal bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, cuando sectores golpistas arrojaron 9500 kg. de bombas sobre la ciudadanía indefensa, terminando con la vida de 364 personas, e hiriendo a más de 800. Recordando esos trágicos hechos, miles de argentinos se autoconvocaron en defensa de la Constitución Nacional y de las legítimas autoridades nacionales, en una clara protesta contra los golpes de estado y los “planteos” antidemocráticos que enlutaron la vida de la Patria.

Ironías aparte, parecería que los argentinos somos muy cortos de memoria, y los sectores opositores (y antidemocráticos) reemplazan las bombas y la metralla -y la fuerza de las bayonetas-, por bombardeos mediáticos, cortes de rutas y amenazas de desabastecimiento y de paralización de toda la actividad económica del país.

Rehenes de los dueños de la tierra, la mayoría de los argentinos padecemos, con angustia y desaliento, la violencia de un sector minoritario de la sociedad que se atribuye el derecho de paralizar el País en defensa de la renta sojera.

Buscando los muertos que tumben a un gobierno legítimo, se organizan protestas y movilizaciones, donde las minorías derrotadas en las urnas buscan su revancha con el apoyo inocultable de algunos “generales” mediáticos. Pretendiendo reemplazar los resultados de las últimas elecciones (y los procedimientos constitucionales), con una “democracia cacerolera” que marque la agenda del gobierno, y limite su poder de transformar la realidad, instalan un mecanismo perverso, que terminará con toda posibilidad de construir un sistema político maduro, y que nos conduce a una inestabilidad política de consecuencias imprevisibles y dañinas para la unidad nacional y el futuro de todos los argentinos.

¿Alguien piensa que podrá gobernar este País si un gobierno con casi el 46% de los votos no puede hacerlo a sólo seis meses de haber sido electo? Yo creo que no. Si los derrotados en una elección se convierten en opositores sistémicos, que echan nafta sobre cada conflicto y sobre cada error del gobierno, nadie podrá gobernar la Argentina. Entraremos en una espiral de golpes civiles (y mediáticos), donde toda elección será cuestionada a los pocos meses. La oposición se convertirá en conspiradora permanente y nadie podrá gobernar bajo la amenaza de las cacerolas y los cortes de rutas.

Cortar las rutas es un delito y punto. Nadie tiene el derecho de cortar las rutas nacionales. Y cuando el corte lo hace un sector empresario, por más simpatías que pueda despertar en algún sector de la población, la gravedad de esa acción amerita una rápida y contundente respuesta del Estado. Si queremos vivir sin ley, no nos quejemos luego de las consecuencias de nuestra inmadurez ciudadana. Protestar es legítimo, es un derecho constitucional. Transitar libremente por las rutas también lo es. Terminemos con los cortes de ruta y protestemos respetando el derecho de todos a vivir en paz.

Desabastecer es una agresión contra todo el pueblo argentino. No existe excusa, ni argumento, que valide semejante violencia contra la población. Y no nos olvidemos que lo que hoy beneficia a un sector que protesta (por el impacto mediático y por la fuerza de su amenaza desabastecedora), en pocos años, o en meses, puede volverse en su contra, como un boomerang maléfico y destructivo.

El gobierno podría estar equivocado, pero no me cabe la más mínima duda, los sectores que apoyan el lockout patronal, sólo defienden sus intereses de sector y no les importa que el país se incendie si logran sus objetivos. Podrán disfrazar sus intenciones, camuflar camaleónicamente sus bolsillos y guardar en silos la soja de la discordia, pero cuando se trata de plata (de mayor o menor ganancia), no hay Virgen de Luján, ni bandera argentina, que oculte su egoísmo de clase. Es un problema de plata. De plata y de ambiciones y oportunismos políticos.

Sin desabastecimiento, sin cortes de rutas, protesten todo lo que quieran. Y si este gobierno se mantiene en sus trece, en las próximas elecciones voten por otros políticos, y el 2011, por otro Presidente. Esas son las reglas del juego democrático, salvo, claro, que reemplacemos ocho millones de votos por unos cuantos cientos de miles de cacerolas, que serán muchas, y harán mucho ruido, pero jamás servirán para construir un país en serio.

Y que nadie de equivoque. Estamos en un grave riesgo. Cristina, la Presidenta de los argentinos, no renunciará. No escapará como De la Rúa en un helicóptero. Tampoco es débil (ni una improvisada), como Isabel Perón. Los que no la votaron (o no están de acuerdo con alguna de sus decisiones), tendrán en las urnas su posibilidad de manifestar su descontento. Mientras tanto, “ajo y agua” (a joderse y aguantarse). Este gobierno llegó para quedarse, y le quedan cuatro años más. Ni uno más, ni uno menos.

Ningún gobierno puede plebiscitar cada una de sus decisiones. No existen las democracias plebiscitarias (y mucho menos, las “caceroleras”). Protestar es legítimo y es un derecho; transitar por las rutas nacionales, en paz y sin cortes, también lo es. La Presidenta fue electa para gobernar. La inconstitucionalidad de alguna medida del gobierno la determina la justicia, no los opositores políticos, ni los empresarios sojeros de Gualeguaychú.

Si la vara de la rentabilidad sojera va a ser la medida de toda ganancia empresaria, estamos perdidos. No se trata de dignidad, se trata de plata. Cuanto más suba el precio de la soja (y su rentabilidad) más caro saldrán los productos con los que nos alimentamos la mayoría de los argentinos. Dos más dos, son cuatro. Si la rentabilidad de una hectárea debe ser (para toda producción agraria) igual a la de la soja, ¿a cuánto pagaremos la carne, el pan, los productos hortícolas?... ¿Por que dedicarse a otro cultivo si es menos rentable que la soja?... Esa es otra de las funciones de las retenciones móviles, desacoplar los precios del mercado interno, garantizar precios accesibles para todos. Defender al empresariado rural en esta puja es defender el incremento generalizado de precios de los productos de la mesa de todos los argentinos. De eso se trata. De rentabilidad empresaria, de aumento de precios.

Estamos sentados sobre un polvorín. Si alguien cree que estará a salvo del incendio porque ahorra en bolsas de soja mientras el país arde con las rutas bloqueadas, sin combustibles, alimentos, ni materiales para la industria, se equivoca. Y se equivoca mucho. Ya han ardido algunos campos y algunos silos. Paremos la mano antes de que ardan millones de hectáreas bajo la furia vengativa de quienes defienden un proyecto de país y un gobierno legítimo, jaqueado por una oposición negligente y rencorosa, y por las ambiciones desmedidas del sector que más ha ganado en los últimos tiempos. No dejemos que la violencia nos gane. No repitamos los errores del pasado. No provoquemos a los demonios de la discordia, ni a los oportunistas de siempre. No perdamos esta oportunidad que nos da la historia.


Melisa

Buenos Aires, 16 de junio de 2008.-

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